Enigmas y Problemas

Decía Steven Pinker que existen enigmas, y existen problemas.

Un enigma es algo de cuya esencia no sabemos nada o casi nada, mientras que de un problema al menos tenemos, en principio, cierta idea de por dónde empezar a buscar una solución. Por ejemplo, la vida después de la muerte es un enigma, pero los mecanismos que producen el envejecimiento o la enfermedad son un problema.

El avance científico consiste en convertir, poco a poco, enigmas en problemas. El paso intermedio entre unos y otros es la pregunta.

Cuando empezamos nuestra carrera profesional, traemos muchos enigmas en la cabeza, pero los conocimientos, habilidades y competencias aprendidas van convirtiendo, con el tiempo, a los enigmas en problemas, y luego a los problemas en técnicas y saberes.

He conocido a muchos estudiantes que, en el camino hacia la culminación de sus estudios, dejan morir esa curiosidad que hacía que su carrera fuera una fuente de sorpresa y asombro constantes y acaban, en el noveno y décimo ciclo, entorpecidos tras una maraña de técnicas y saberes, hasta el punto en que se les hace muy difícil volver a ver a su profesión con esos “ojos de primer ciclo”, y al momento de empezar su tesis solo se les ocurren tecnicismos, o –peor aún– ¡nada!

Preguntas y Problemas

Pero las mejores tesis son las que emergen como respuesta a una pregunta no demasiado lejana del enigma: “¿Qué factores generan la felicidad en los seres humanos?” “¿Los mecanismos básicos de la mente humana son básicamente los mismos de la mente animal, y por lo tanto, la diferencia entre ambas es solo de grado y no de cualidad?”

No importa que no podamos someter de inmediato a la investigación, así tal cual, a la buena pregunta. Para eso está la formulación del problema.

Formular un problema es coger una buena pregunta de investigación y “ponerle patas”: acotarla (“¿qué es ‘felicidad’?”; “nos interesa la mente de todos los animales o solo la de los mamíferos? ¿o solo la de los primates?, etc.); restringirla a un tiempo y un lugar concretos ("¿es la felicidad de los peruanos distinta a la de los demás seres humano?"); y/o limitarla a solo una teoría o un enfoque ("¿usaré la psicología positiva o la teoría émica de Yamamoto?").

Pero si empezamos a investigar desde el tecnicismo, nuestra tesis corre el riesgo de ser, en el mejor de los casos, solo un aporte técnico, accesible e interesante solo para los técnicos. No quiero que se me malentienda: no hay ninguna objeción para las tesis técnicas, salvo el limitado interés que generan, ante todo para el tesista mismo.

Una tesis es un camino largo, una maratón de largo aliento: no es solo “una monografía con esteroides”. Si no nos apasiona, se nos hará pesado hacerla, un suplicio buscar referencias, una galimatías el análisis, y lo más probable es que nuestras conclusiones sean, en el mejor de los casos, áridas, y, en el peor, redundantes.

Así que, ¡a enamorarse otra vez de sus carreras! Recuperen la “mirada del cachimbo”, y regresen hasta encontrar una pregunta lo más cercana posible al enigma.

Martín Vargas Estrada
Martín Vargas Estrada
Asesor Académico

Mis intereses académicos se centran en Psicología Social, Psicología Organizacional, Análisis Cuantitativo y Psicología Positiva.

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